Rayuela (Capítulo 68) Julio Cortázar
Rayuela*
Julio Cortázar
Apenas él le amalaba el noema,
a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en
salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él
procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado
quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo
cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando,
reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina
al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin
embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se
tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara
suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un
ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto
era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la
jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en
una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la
cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos.
Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba
en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en
carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las
gunfias.
*
Este fragmento es el capítulo 68 de la novela Rayuela, 1963
Aquí puede escuchar el capítulo, narrado por Julio Cortázar (¡Gracias, Criaturasdeceniza!)
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