Pintores chinos II (2005) Alejandro Dolina
Pintores chinos II
Alejandro Dolina
El duque Ling era un cruel tirano del Estado de Tsin que tenía la
costumbre de cazar a sus súbditos como si fueran animales salvajes.
Súbitamente entusiasmado por las artes, convocó a su palacio a los
mejores pintores de la región y los obligó a trabajar día y noche.
Era su intención que las obras de aquellos artistas fueran las más
perfectas de los estados chinos.
Todos los días, el duque inspeccionaba las pinturas. Jamás las
encontraba de su gusto. Se complacía en señalar a cada pintor la
diferencia entrelas ilustraciones y la realidad.
—¿Por qué el ruiseñor parece más grande que el perro?
—preguntaba con ironía—. ¿Dónde has visto soles verdes? ¿Por
qué no puedes pintar la lluvia con cada una de sus gotas? Ese
mandarín jamás podrá entrar por la puerta de la pagoda que se
divisa en el fondo.
Muy frecuentemente los pintores pagaban su incompetencia con la vida.
Finalmente, hizo traer desde Ch'u al pintor y calígrafo Hui, que
tenía un prodigioso dominio del pincel y el estilete. Sus obras
reproducían la realidad de un modo tan fiel que muchasveces se
confundían con ella. Las abejas solían acercarse a los jazmines que
dibujaba Hui. También realizaba estupendos trabajos de escultura y
orfebrería. Había construido una jaula de plata con dos pájaros de
oro en su interior, tan perfectos que los servidores del palacio les
acercaban mijo para alimentarlos. Las frutas de cera engañaban a los
mirlos más astutos.
El tirano Ling, asombrado ante aquellas imitaciones, le ordenó que
le hiciera un retrato. Hui, apartándose de las reglas tradicionales
de la etiqueta y el dibujo, que recomendaban disimular las asimetrías
del modelo, terminó laobra con la mayor exactitud. Parecía tan real
que los cortesanos tomaron por costumbre hacer una reverencia al
pasar frente al retrato. Todos dijeron que los dibujos de Hui
formaban parte de la naturaleza y que cualquier intento de mejora en
ellos sería una grave falta.
Una tarde, el sabio consejero y ministro Chau Tun se atrevió a
cuestionar seriamente esta clase de realismo. Dijo, en presencia del
duque, que el arte debe diferenciarse de la realidad, ya que esas
diferencias son precisamente las que producen placer a los espíritus
sensibles. Es el artista y no la naturaleza el que decide el rumbo
aseguir. Es el poeta y no la flor el que elige las palabras que serán
para nosotros una rosa.
El tirano Ling expulsó a Chau Tun de la corte. Pero no pudo impedir
que sus preceptos fueran seguidos por todos los artistas. A partir de
entonces, para pintar una mariposa, se pintaba una joven. Para aludir
al tiempo, se dibujaba un llanto. Para nombrar un diamante, se
hablaba de una estrella. Los historiadores del Estado de Tsin
comprendieron aquellas lecciones y cuando el tirano fue estrangulado
por un pariente, escribieron que el Arquero Celeste había clavado
una flecha en el retrato de Ling y que éste había muerto al
instante.
Ahora mismo, yo les cuento esta historia para decir que el cielo está
gris y que nadie me ama.
(El bar del infierno,
2005)
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